Asistencialismo y clientelismo político Publicado el 1/7/2009
La intención de este modesto trabajo, es analizar cuál es el concepto de clientelismo mas aceptado por nuestra sociedad. Como es sabido y dado que no soy un profesional, trato de hacerlo desde una visión común. Como todos sabemos, se trata de una práctica política en la que participan como mínimo los siguientes actores: clientes (ciudadanos), mediadores (punteros) y patrones políticos (funcionarios).
Según algunos estudiosos del tema, básicamente podemos definir al clientelismo político, como un sistema extraoficial de intercambio de favores, en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas a través de la función pública o de contactos relacionados con ella. La moneda de intercambio de esta connivencia criticable y retrógrada es el apoyo electoral.
Políticas erróneas, adobadas con condimentos populistas, demagógicos y la falta de confianza, impulsan hacia arriba el ya elevado índice extraoficial de desempleo. Consecuentemente, el aislamiento y marginación ubican a este postergado sector de la población ante la disyuntiva fatal del asistencialismo.
Casi inmediatamente y de la mano llega el clientelismo político. Esta patología que corroe la base moral de nuestra sociedad, provoca la caída de valores, pérdida de la costumbre del esfuerzo y la casi nula perspectiva de pensar en el futuro. Su suerte se encuentra atada al desempeño electoral del “patrón”. Como se puede apreciar claramente, el “cliente” se enfrenta a estos condicionantes que envician y atentan contra la sana pretensión de incorporarse al encuadre laboral formal.
En un sistema clientelista, el poder sobre las decisiones del aparato administrativo del Estado se usufructúa para obtener un beneficio privado. El “patrón” toma decisiones que favorecen a sus clientes. Ellos a su vez compensan mediante la sumisión y el voto, con la perpetuación en el poder del funcionario implicado o de su entorno. Una vez ingresado, la relación se transforma en un círculo vicioso del cual es muy difícil salir. Todos sabemos que el “patrón” habitualmente utiliza esa misma capacidad de decisión para perjudicar a quienes no colaboren con el sistema.
Las relaciones clientelares están profundamente arraigadas en nuestra frágil democracia, mas aun, es tan habitual este sistema dadivoso que es aceptado como el mal menor que morigera el impacto negativo del desempleo. En general, también los sistemas clientelares aparecen cuando existe la necesidad de organizar rápidamente a los participantes de un sistema político sin tradición organizativa.
En el clientelismo, los bienes públicos no se administran según la lógica imparcial de la ley, sino que bajo una apariencia legal, son usufructuados discrecionalmente por los detentadores del poder político. Sin embargo, existen pocos incentivos para que los participantes busquen acabar con el sistema clientelar, puesto que este se halla institucionalizado en el sentido sociológico del término.
El clientelismo, ha sido usado reiteradamente como una máscara que explica las limitaciones de nuestra frágil democracia, por las cuales los pobres siguen a líderes autoritarios, conservadores y/o populistas quienes lo toman como una formidable forma de control político. Pero al mismo tiempo, el clientelismo es uno de los principales mecanismos a través de los cuales los ciudadanos marginales resuelven sus problemas de sobrevivencia diaria. Esto es, la obtención primaria de comida para alimentarse, medicina y hasta un empleo público o un subsidio de desempleo. En fin, como vemos todo es válido a la hora de cosechar.
Y que tenemos por estas latitudes? Mucho de todo lo citado precedentemente y resignados a padecer por siempre esta perversa forma de hacer política. En la campaña que acaba de terminar, hemos visto ejemplos muy claros de esta forma de captar voluntades. Bienes transables de todo tipo, tal cual espejitos de colores fueron dilapidados a mansalva en todo el universo de votantes. No creo oportuno puntualizar los casos más significativos para no herir susceptibilidades. Sin embargo, los resultados muestran palmariamente, que el “cliente” puede recibir dádivas de todos los “patrones” interesados, pero el voto en definitiva es para uno solo.